Los capos de Airbnb dijeron hace 8 años que habían venido para quedarse y que eran más potentes que Marriott y otras multinacionales juntas. El tiempo les ha dado la razón: esta plataforma es imparable y se impone en todos los pulsos a las asociaciones, patronales y lobbies de hoteles. Airbnb y sus colegas de los pisos turísticos ganan terreno a pesar de las restricciones impuestas por instituciones públicas y jurídicas. Ni el ayuntamiento de Nueva York ni los jueces neoyorquinos han parado los pies a las plataformas de alquileres de viviendas de uso vacacional (Así marcha la lucha contra el alquiler turístico ilegal en España).
Campan a sus anchas los Airbnb del mundo porque este negocio sigue sin regular, porque sus precios son más baratos que los de las empresas de alojamiento regladas y porque los hoteleros están ganando más dinero que nunca y no están para grandes batallas. A los políticos, además, les da repelús enfrentarse a plataformas poderosas que generan un dinero extra considerable en mayor o menor medida a los dueños y gestores de esos pisos. Pocos organismos oficiales combaten con voluntad y vigor el turismo más baratero del mercado.
Airbnb y similares, pero sobre todo Airbnb, es el principal causante de la pérdida de identidad de algunos barrios relevantes de nuestras ciudades y de muchos desmanes que cometen sus usuarios. Se limpian las manos y, por si fuera poco, últimamente están haciendo unas campañas publicitarias desdeñosas contra los hoteles. En algunos de los anuncios se ríe literalmente de ellos. La patronal Cehat no ha salido al paso y no les sorprendan que Airbnb acabe siendo patrocinadora de sus convenciones, pues ya sucedió con el otrora enemigo Tripadvisor (Escarrer: “El crecimiento del alquiler turístico es insostenible”).