El consumo turístico en los principales destinos viene acumulando una caída de en torno a la quinta parte de sus ingresos comparado con las mismas fechas de años anteriores, un desplome sin precedentes fuera de años de pandemia y que vienen corroborando y lamentando restauradores y comerciantes, así como otros pequeños negocios, autónomos y empleados.
El hundimiento en la facturación de estos sectores vinculados al gasto de viajeros coincide con el aluvión de manifestaciones entre cuyos objetivos figuran abiertamente generar antipatía «entre los mercados emisores», como la de Palma de Mallorca del último domingo, y que son consideradas reiteradamente como «históricas» en la prensa local.
El impacto de estas protestas en los medios de comunicación alemanes y británicos ha sido profundo, como pretendían los organizadores, y han trasladado una imagen de que destinos españoles como Mallorca o Barcelona no acogen con gusto a los turistas que sustentan sus economías y servicios públicos.
La más reciente manifestación de este domingo en Palma fue utilizada por determinados partidos políticos para intentar beneficiarse de ella, mientras otra parte mayoritaria de sociedad que subsiste gracias a su dedicación a cuidar al viajero viene padeciendo una temporada alta que de seguir así generará dificultades el próximo invierno.
Los protestantes contaron con un amplio apoyo de los periódicos regionales para promocionar la participación en unos actos que sucedieron a vandalismo sobre inmobiliarias y acosos a turistas y sobre hoteles, entre la casi ausencia de críticas al alquiler vacacional que ha disparado la oferta de camas y el parque de coches de alquiler.